El día anterior después de mañana celebremos el amor. Ese amor que surge breve pero amor al fin, con otro color, en otra dimensión. El amor al portador a todas horas, el gran amor acontecido que se endurece: esposado y resiste. El amor tan frágil, que se quiebra como si nada, dejando los pedazos por ahí… El que sucede, impensadamente, en un cruce de casualidades sin que los amantes lo puedan creer, porque rara vez ocurre, diría que casi nunca y es menester disfrutarlo, a sabiendas. El esperado y desesperado por tanto tiempo, que parece no llegar y se agota guardado para después.

El amor negado y negándose por la moral de las buenas costumbres que lo hacen imposible de realizar: ni ahora ni nunca El amor impedido por las circunstancias de la vida, una distancia, porque llegó demasiado tarde, porque hay lazos de sangre. El amor- dolor en soledad, jamás reconocido, con un lugar en el catálogo del desengaño, amor enredado en la línea telefónica con mensajes en visto… y una angustia de nudos en la garganta. el amor prohibido que surge de un modo inconducente y sería un pecado concebirlo, porque es mi amigo. El amor que llega tarde a presentarse sin un espacio para el recreo, con un tiempo medido en el estacionamiento, el amor que toca y se va porque no estaba convencido para arrepentirse después de muerto.

El amor inconcluso por el orgullo de no querer dar el brazo a torcer, tan imperdonable, los dos. El amor al que se renuncia por amor a los demás, para no herir a nadie, por la complacencia del otro, el amor espejo reflejo de los otros. El amor que solo es amor en un sueño sin ninguna posibilidad pero con expectativas, el amor idealizado que se rompe la crisma contra la pared de la realidad para no cumplirse. El amor robado con besos robados, vivido sin culpa alguna, irrisorio, tal vez. El amor secreto e indecible nunca, nunca, porque seguro te odiarán. El amor oportuno que se salva de morirse en el intento de amar a otro que se fué para no volver. El amor para sacar a pasear de tan bonito que se vé y despertar una envidia maliciosa de los ex-amores. el amor ganado por la constancia: de ir, de ir, de ir, sin bajar los brazos aunque duelan, de tanto sostener nada.

El amor imposibilitado por una edad, porque él o ella todavía no había nacido cuando soñaba apenas verla, el amor que disuelve en azúcar un pasado entero y se renueva como un caramelo oscuro pero quebradizo. El amor que se busca para acompañar los sinsabores de un dejarse estar por el abandono, el amor que te lleva de las narices con sus mentiras piadosas al país del incumplimiento de promesas. El amor coleccionable de los temas de amor, de las canciones de amor, tan poético que te susurra palabras almibaradas en los oídos, para derretirse de dulzura en la boca y se pierde, como un punto lejano en el horizonte para regresar un dia a completar lo que falta.

El amor que se muere imprevistamente sin aviso pero fuimos prediciendo en las señales. El amor constante más allá de la muerte como si fuera un pacto indisoluble, el amor que se moldeó en la certeza y todo cambió, el amor pasajero con un pasaje del verano que pasó. Celebremos el amor, porque el que tenemos en cuarentena, aislado y tan aislante que no puede tocarse por un borde pero existe, con una fuerza por escaparse a ningún lado, ése es el único que no es, como debiera.