La producción y consumo de ropa debe comenzar a mirar hacia el futuro actuando en el ahora, con un accionar más profundo y sostenible a largo plazo, generando espacios de reflexión y alzando la bandera de la moda sustentable. Proteger el medio ambiente y generar condiciones de trabajo dignas son metas que incluso plantea la ONU dentro de sus objetivos de desarrollo sostenible para transformar el mundo.

El 24 de abril de 2013 el edificio de ocho pisos Rana Plaza en Bangladesh se derrumbó sobre los empleados y murieron 1.130 personas y cerca de 2.500 resultaron heridas. De ahí surge el hashtag #quiénhizomiropa creado por Fashion Revolution, un movimiento mundial con sede en Argentina, que busca promover que la industria textil cambie, la cual es la tercer industria más contaminante luego de la del petróleo y a la agroindustria.

En nuestro país también existen ejemplos, como el de Caballito, donde murieron 6 personas a causa de un incendio; talleres textiles en donde los trabajadores lo hacen bajo condiciones que podrían considerarse como explotación de personas.

El 24 de abril de 2013 el edificio de ocho pisos Rana Plaza en Bangladesh se derrumbó sobre los empleados y murieron 1.130 personas y cerca de 2.500 resultaron heridas.

El documental “The True Cost” muestra que alguien en algún lugar está pagando el verdadero costo del valor de ese jean a precio ganga, del famoso 2×1, de la locura del Black Friday. Muestra la faceta real del fast-fashion, de esa moda masiva y desmedida que incita al consumo de igual manera. El resultado de esto es destrucción ambiental, es destrucción social.

Consumimos comida orgánica, traída incluso de la propia huerta, pero no nos preguntamos de dónde proviene la ropa que tenemos puesta, quién la hizo, en qué condiciones de trabajo se realizó, qué productos usa el algodón de esa prenda en su etapa de desarrollo – industrialización. Y alienta a pensar en cuestiones que tienen también que ver con el feminismo  porque la mayoría de la mano de obra en la industria textil, proviene de mujeres.

Comprar, usar, descartar y vuelta a empezar es el sistema que propone la industria hoy. Viremos hacía un circuito de economía circular donde los materiales y las prendas se puedan reutilizar una y otra vez. Transparencia, trazabilidad, políticas y compromisos tanto en derechos humanos, como en la cadena de producción y en el medio ambiente.

Desde el lugar como consumidores la idea es dar inicio a la concientización sobre lo que precisamente usamos para vestirnos, para decir quiénes somos, qué hacemos, cómo nos sentimos. El vestirse puede pensarse como un juego creativo, pero lejos está de ser un juego cuando de verdad no tomamos real dimensión del lugar del que proviene esa ropa que nos viste. Que la ropa hable de todos.

Datos:

–        El 22,5% de los insecticidas del mundo y el 10% de los pesticidas, se usan para cultivar las fibras con las que se hace la ropa. El teñido y el tratamiento de prendas requiere de una mezcla de químicos tóxicos.

–        Las emisiones de CO2 de nuestra ropa representa alrededor del 3% del total mundial. Cerca de la mitad de estas emisiones se producen mientras la ropa está siendo usado, lavado, secado, planchada y desechada luego.

–        Se necesitan 2.720 litros de agua para hacer una camiseta: que es lo que normalmente tomamos en un período de 3 años.

–        El 95% de la ropa que es descartada puede ser reutilizada, reciclada.

–        Más de 700.000 mujeres trabajan en la industria textil cobrando sólo 170 dólares mensuales, y eso sólo en Camboya, Asia.

La moda sustentable, circular ya no es un anhelo sino más bien una necesidad.