-Mándale una foto mía a Chayanne- Me dice Martina mientras le realizo las fotos para ilustrar este reportaje.

Ella es así, espontánea, y radiante como el día en que la entrevisté. Mientras subía las escaleras a su casa un aroma a tuco caserito, como los que sentía cuando era pequeña, inundó mis sentidos.

Se abre la puerta y salen los acordes de un tema musical de Daniel Agostini, al mismo tiempo que mi protagonista aparece en la escena hogareña.

“En mi casa me gusta limpiar, cocinar. La especialidad mía es cocinar. Soy recibida de cocinera. Yo doy todo lo que sea por la cocina.” Y yo puedo dar fe de sus palabras. Cuando la saludé al llegar lo primero que hizo Martina fue ofrecerme almorzar “¿No querés comer algo? He cocinado unos ravioles”, los que acepto gustosa, de manos de su nieta, y disfruto a cada bocado elogiando su habilidad para la cocina. Pero ella puntualiza que los ravioles son comprados, que sólo hizo el tuco, los ravioles hechos a mano son “otra cosa”.

Martina Victoria Correa nació hace 86 años en San Luis, Villa Dolores. Ella es una incansable trabajadora y viajera. Sus labores la llevaron a muchos lugares del país. “Estuve en muchas partes así que… Y bueno, estuve trabajando en Mendoza, de Mendoza estuve en Buenos Aires, de Buenos Aires estuve en Mar del Plata; anduve en Chile, cuando joven; estuve en Bahía Blanca.”

– ¿Y cómo llegaste acá?

– Trabajando. De empleada doméstica y criando a mis hijos. Con todos mis hijos. Con 5 y después tuve dos niños más, tengo 5 varones, mellizos y dos mujeres.

Transcurrir del tiempo

Existe una diferente forma de percibir el tiempo; Puede ser a través de lo que nos indica el reloj o por lo que nuestras emociones nos dictan.

Martina hace 32 años que vive en ese departamento, es el último al subir las escaleras y fue ella quien lo estrenó. Pero me cuenta que ella no es feliz. Desde que llegó a Rio Negro nunca fue feliz, porque nunca le gustó. Le pregunto si pensó en irse. Me responde que sí, pero no puede irse por sus hijos, ellos tienen su familia (no quiere dejarlos, los ama). Me cuenta que ella muchas veces soñó con que la llevaran de viaje pero no pueden.

Y si al tiempo le agregamos cuarentena por el COVID-19, resulta aún más difícil poder medir el tiempo transcurrido: “En este tiempo que ha cambiado hay veces que, por ejemplo, mi hijo viene de Lunes a Viernes. Hay días en los que digo ¿Qué día es hoy?, entonces busco el teléfono y digo ah! Hoy es Sábado… me pierdo a veces también ahora francamente. Le he dicho yo al médico que capaz estoy haciendo cosas y estoy en la cocina y necesito algo y me olvidé. Entonces agarro y empiezo a caminar y al rato digo Ah! Y recuerdo lo que necesitaba.”

También existe el otro tiempo, tiempo difícil en la vida de Martina. Durante la última dictadura cívico militar del año 1976 ella perdió a sus mellizos: “Tuve a unos mellizos en Mar del Plata, yo estaba muy mal… En el tiempo de los militares me los robaron así que no los conocí y no los vi nunca más. Mis demás hijos son dos mujeres rionegrinas, el mayor es de Buenos Aires y el segundo de Mar del Plata.”

Años antes, durante el golpe de Estado que derrocó al gobierno constitucional del año 1955 ella debió enfrentarse también a una gran pérdida, la de su mejor amiga. “Tuve una amiga que, pobrecita, me la mataron en la guerra del ´55 en Buenos Aires. Me la mataron allá así que te podes imaginar que yo vengo caminando mucho y me he golpeado sola así que al que le pueda dar una mano se la doy.”

Ver a Martina es ver a una mujer luchadora, es realmente difícil imaginar que detrás de esa mirada cálida, de esa mujer con delantal -es su marca de identidad me cuenta su nieta- haya toda una vida cargada de experiencias que hace que ella sea tan interesante. Una mujer extraordinaria.

“Yo tengo certificados (reconocimientos) del trabajo, porque era portera de la Escuela de los Maestros. Hasta hoy en día, que las maestras son igual de viejitas que yo, donde me ven hacen de cuenta que ven a dios. Lo mismo los alumnos todos, yo no salí mal de ningún trabajo gracias a Dios”

Y puntualiza “Yo soy muy buena pero no me toquen los puntos débiles. Si tengo que decir algo lo digo en la cara porque sé que no digo cosas malas. A nadie ofendo, y si ofendo quiero que me digan: Martina te tengo que decir algo, me dijiste esto y esto. Y yo te voy a decir si te lo dije, y porqué te lo dije, eso es lo que me gusta a mí. Y de joven fui igual.”

La dulce señora que conocí al comienzo se revela como una mujer fuerte, capaz de enfrentar cualquier tormenta, incluso ahora. -Y que querés, soy de Tauro- se ríe y me contesta.

Sin embargo la actual cuarentena logró sensibilizar a muchas personas, entre ellas a Martina.

Ahora, cuando yo misma miro por la ventana me pregunto que verán las demás personas desde sus ventanas y que ven ellos cuando me ven a mí, mirándolos pasar.

Es así que le realicé esta pregunta a ella para saber que veía desde allí:

-Martina, ¿qué ves cuándo ves por la ventana?

Ella se acomoda en su asiento y responde:

-Me gusta mucho mirar por la ventana, pero me da mucha soledad, mucha tristeza, me da mucha pena. A la gente la veo pasar nada más.

Con respecto al decreto de Aislamiento Social  preventivo y Obligatorio ella nos cuenta:

“Me molesto un poco en el sentido que no puedo salir. Yo francamente soy de en mis salidas diarias voy a ver a mis hijos. Cuando estaba en casa sola era de ir a visitar a mis hijas. Me encanta salir, me gusta.”

-¿Y cuando termine la cuarentena a quien vas a visitar primero?

-¡A mis hijas!-responde sin dudarlo-.

En un momento de la entrevista su nieta me dice “¡preguntá por los amores de la abuela!”, nos reímos y la “abuela” responde: “Me gusta elegir a la persona, al ser humano, porque no soy de entregarme”

Me despido de ellas, de Martina, de su nieta y su bisnieta con la impresión de que me llevo (además de un rico sabor a ravioles) un documento de la vida de una gran mujer, poderosa, valiente, y sin limites  geográficos ni limitando sus anhelos y sueños. Ella ama viajar. Ama vivir. Ama a sus hijos, nietos, bisnietos y, en base a conclusiones a las que llegamos entre todas, ama también a sus tataranietos.

Es la dama viajera de una gran familia, gente trabajadora (seguramente lo aprendieron de ella) y leal.

Agradecemos a *Rebeca Rodríguez, fotógrafa, periodista y fashionista. una incansable curiosa con muchas cosas para contar.