CANCELANDO LO QUE EL VIENTO SEXISTA NOS DEJÓ

La Cultura de la Cancelación no es algo nuevo, existe hace mucho tiempo. Actualmente las redes sociales le han permitido visibilizarse pero muchas veces no de la manera políticamente correcta.

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Antes de que me cancelen, voy a dejar en claro que no es lo mismo emitir una opinión no políticamente correcta en una red social que cometer un delito.

No es lo mismo decir algo siendo famosx, que podría llegar a afectar a identidades vulneradas o estigmatizadas, que cometer delitos sobre poblaciones vulnerables y estigmatizadas.

Y tampoco es lo mismo defender una postura ante un tema, tener una opinión fundada, que reproducir, sostener y legitimar discursos de odio.

La cancelación existe desde hace un buen tiempo atrás y puede comprenderse si la relacionamos con el concepto de hegemonía. Y acá, siguiendo a Gramsci diremos que puede comprenderse como una pequeña porción de la población (que tiene el poder político y económico) que consigue convertir intereses particulares en intereses de la mayoría, a través de diferentes estrategias políticas, en las que prima el consenso. Aunque en estos tiempos de fake news, y publicidades engañosas, también es posible decir, a través de la estafa simbólica.

En estos tiempos de fake news, y publicidades engañosas, a través de la estafa simbólica, también permiten ejercer cultura de cancelación.

Antes del auge de las redes sociales, se cancelaba por cuestiones políticas, ideológicas. A uno de los filósofos más importantes del S.XX, el alemán Martin Heiddegger, quién con su obra SER Y TIEMPO (1927) realizó un quiebre a las teorías del conocimiento hegemónicas en el mundo, hecho que luego se acentuaría con sus obras siguientes, no se le perdonó haber estado afiliado al partido Nacional socialista durante un año, ¡UN AÑO! entre 1933 y 1934, durante el auge del nazismo, sin contextualizar cómo funcionaban las dictaduras en esos períodos.  

En 1966, en una entrevista a “Der Spiegel”, una de las revistas más importantes de Alemania, Heidegger afirmó que su toma de posesión del rectorado se produjo tras la salida del antiguo rector Wilhelm von Möllendorf, un socialdemócrata obligado a dimitir y que éste le pidió, junto a otros colegas universitarios, que se presentara al cargo como rector de la universidad de Friburgo, para evitar el nombramiento de algún funcionario nazi. Sin embargo, la condena social persiste hasta estos días y ¡Cuidado estudiantes de tesis! si utilizan algunas de las categorías creadas por Heiddegger, pueden costarle años de estudio tal herejía académica.

CULTURA DE LA CANCELACION EN TIEMPOS DE REDES SOCIALES

Sin embargo, hablar de la cultura de la cancelación en época de redes sociales, implica darse cuenta del fascista que cada une lleva adentro. De que, si una celebridad no piensa igual que une, enseguida le cancelo, violento, boicoteo y elimino.

Hablar de la cultura de la cancelación muestra lo liviano que funcionan las redes sociales, en especial la cultura twittera que siempre se muestra favorable a burlarse, violentar y cancelar formas de pensar, ser y estar no políticamente correctas.

Sin embargo, hablar de la cultura de la cancelación desde el feminismo nos desafía a colectivizarnos frente a hechos discriminatorios, raciales y/o lesbo – trans –odiantes. Pero no todo lo que se expresa a través de palabras en una red social, esos “actos locucionarios”, (parafraseando a Judith Butler), pueden ser rápidamente catalogados como delitos como para que ese famosx polémico deba ser borrado de la faz de la existencia.

La perspectiva de género busca siempre cuestionar críticamente, aunque frente a lo efímero de las redes sociales generalmente se llega tarde al replanteo, al análisis, a brindar claridad frente a oscurantistas cancelaciones virtuales que el imaginario social ya definió para la posteridad. Estigmatizando y condenando a alguna celebridad o famosx.

Hechos como la cancelación ocurrida a la escritora J.K. Rowling merecieron tener debates, diálogos, contrapuntos que fueran más allá de etiquetarla como Tránsfoba o TERF para el imaginario social, omitiendo la ardua tarea que la escritora lleva en la lucha por el transactivismo hacia niños, niñas y adolescentes, denunciando que el sistema biomédico hegemónico tergiversa los discursos queer y feministas, hacia la hipermedicalización y patologización de los cuerpos, usufructuando la disconformidad de les adolescentes respecto de los roles y estereotipos de género.

Este tipo de prácticas están siendo realizadas por clínicas y centros médicos en todo el mundo, pero principalmente están haciendo estragos en Estados Unidos y Europa, en el que los rasgos de personalidad de niñas y niños que sienten rechazo a los roles y estereotipos impuestos a los géneros binarios, son interpretados rápidamente como “indicador de identidad de género” e inmediatamente sometidos a distintos procesos de medicalización como bloqueadores hormonales e hipermedicalización de los cuerpos.

Para el feminismo, estos procesos de medicalización en primeras infancias o en plena pubertad impiden el normal desarrollo o contención a niñas y niños en edades que también suponen disconformidad y extrañeza con el devenir de la pubertad y adolescencia. Más que manifestación de identidad, les sujetxs plantean ciertas contrariedades hacia el sobrevenir de imposiciones sociales en relación a los roles y a los estereotipos de género, revelando estas prácticas institucionales, una clara vulneración al derecho a las infancias a desarrollarse plenamente sin la patologización de sus cuerpos. Eso es lo que está denunciando la escritora J.K. Rowling junto a otras feministas en el mundo.

Pero volviendo al tema, esta feminista que no tiene miedo ni a la cancelación ni a actuar de manera políticamente correcta, considera que les autores NO deben ser separados de su obra. ¡Vamos! Que hay artistas, políticos, famosxs, y personalidades narcisistas y psicópatas que justamente se aprovechan del contexto capitalista e individualista en el que vivimos para cometer sus delitos, y sino googleá hache, a, erre, ve corta, igriega, doblevé, e, ilatina, ene, ese, te, e, ilatina, ene. Sí. Al nefasto abusador productor de mil películas de Hollywood, Harvey Weinstein, que el movimiento #Metoo, logró evidenciar como la cultura de la violación estaba naturalizada en nuestras sociedades y permitida en el mundo del espectáculo más consolidado del mundo.

¡No puede apreciarse la obra de arte de una persona sin tener en cuenta su ideología social y política, su moralidad ni su ética porque estas son constitutivas de los sujetos! Cada vez que miramos una película de Roman Polansky o de Lars Von Trier, están reproduciendo y sosteniendo su forma de ver el mundo. Por eso en sus obras podemos ver como perpetúan estereotipos y roles sexistas, filmando con recursos técnicos excelsos, violaciones y sufrimiento extremo morboso hacia las mujeres que elige como sus heroínas fílmicas. Imprescindible volver a ver sus obras con anteojos violetas.

Una obra de arte es legitimada en función de su contexto. Por eso también, quienes son valorados, apreciados y elevados al nivel de artistas y genios, tiene mucho que ver con el ámbito social y político hegemónico en el que son producidos. Si no fuese esto así, ¿entonces porque muchas artistas mujeres tuvieron que ocultar el hecho de serlo y publicar sus obras con seudónimos, con nombres asociados al género masculino para poder tener una oportunidad en el espacio público? Tal el caso de Mary Ann Evans, publicada como George Eliot o Armantine Dupin, publicada como George Sand, entre otras.

Porque si bien no tenían prohibido ejercer su profesión de escritoras, si tenían vedado el acceso al espacio público, ese espacio que, como explican feministas como Carole Pateman o Estella Serret, fue creado en la fraternidad masculina de los albores de las sociedades modernas en el que los hombres pueden participar de ciertas pautas facilitadoras en el ejercicio del poder. Allí ellos son considerados ciudadanos iguales, pero a las mujeres, sólo nos cabe el espacio privado en el que más que iguales, somos idénticas.

Por eso, el movimiento feminista no es contradictorio. El feminismo tiene una tradición, unas bases, unos objetivos comunes y cualquier cosa que choque contra éstos no forma parte del mismo. Es un movimiento colectivo, en el que empoderarse significa reconocer aquello que nos oprime y luchar colectivamente para erradicarlo, para transformar la sociedad hacia una con derechos humanos. Eso se propone J.K.Rowling, luchar contra los estereotipos y roles sexistas que dañan y violentan infancias. Cualquier análisis simplista sólo puede provenir de intereses individuales y egoístas.

Memes que se viralizaron en torno a la cancelación del beso robado en Blancanieves.

Lo interesante de las redes sociales junto a la “cultura de la cancelación” es que también sirve para mirar con ojos y corazón actuales diversos productos culturales llenos de racismo, especismo, transfobia, y sexismo. Son como una especie de primer paso,  de alerta fugaz a la sociedad para que puedan realizarse análisis más serios de sus discursos y contextos, como ocurrió con películas “Lo que el viento se llevó” (1939) o películas de Disney, en que, frente a las críticas, análisis y denuncias sobre el contenido de algunos de sus clásicos, a partir de ahora, contendrán un aviso al principio de su emisión que informará de las connotaciones racistas, sexistas culturales y demás, que se pueden observar y escuchar en ellas.

Es que desde el cine y la televisión la reproducción del patriarcado se ha mantenido firme y sostenida. El viento sexista ha reproducido firmemente la jerarquía sexual junto a la heteronormatividad y el binarismo de género, distribuyendo cual vientos monzones, una visión estrecha de las diversidades sociales y culturales.

Pero volviendo al tema de la cancelación no sólo a consumos culturales sino a personas, por sobre todas las cosas hay que aclarar una y mil veces que no es lo mismo aquellas personas que expresan su ideología social, política, religiosa o moral de aquellas que cometieron un delito, utilizando sobre todo su posición privilegiada. Estos delitos merecen condena y repudio. Escrache y visibilización feminista y social que trascienda la fugaz y efímera cultura de la cancelación. Y coincido y reflexiono tal cual dice la youtuber Natalia Maldini en su video ultra mega recomendado: “¿Se puede separar la obra del artista?”, “si hay tanta gente linda haciendo cosas copadas por el mundo, por qué voy a seguir bancando a una persona que les cagó la vida a otras?”