Pasó la semana de la dulzura y me olvidé de los amores que tenía. Ni siquiera comí tantos dulces, muchos menos que de costumbre. Apenas un bombom que me regaló una de mis amigas. Estuve pensando en el amor y la ternura, de estar con alguien más y entregarle todo a quienes amamos. Porque de eso se trata, o al menos a mi me dijeron que para amar tenemos que ser capaces de entregar todo de nuestra parte para hacer feliz a alguien más.¿En serio tenemos que despojarnos de nuestra individualidad para amar y ser amados?¿Qué significa todo?¿Entran en esa plenitud las debilidades, miedos, terrores y errores de nuestra personalidad? Bueno, esto no lo voy a responder porque se supone que debería escribir sobre poesía.

 En la búsqueda de poemas sobre el amor, entre textos propios y ajenos vagando en internet, encontré una frase muy usada en estos tiempos de coaching y recetas mágicas de abundancia, que es para amar a otros, primero uno tiene que amarse. O sea, para poder habitar el amor, o lo que sea, con una otredad, nos tenemos que asegurar de no tener ningún error en nuestra cabeza, nada que pueda lastimar en lo más mínimo a quién amamos. Creo que hay bastantes errores al seguir reproduciendo esta clase de «versos» que sólo ven el amor desde una mirada normativa, sin tener en cuenta a los locos, depresivos, suicidas, trastornados, o como quieran decirlo. ¿Qué amor hay entonces, en estos términos de sanar para amar, para los que nunca van a sanar?¿No son dignos de amor las personas con Trastorno Límite de la Personalidad?¿Los deprimidos?¿Los ansiosos y estresados?¿No es digno amar en medio de un ataque de pánico?

¿Qué es el amor, sino la compañía? Para amar hace falta presencia, estar en las buenas y por consecuencia acompañar en las malas, aunque a veces la vida nos supere y creamos que nada, ni nadie, va a poder ayudarnos. Hay días en los que tratamos de sobrevivir a la muerte y no hay nada mejor que tener a alguien al lado para no terminar de caer. Y si caemos, y nos alejamos de esa persona, o viceversa, echarnos la culpa de la situación es lo peor que podemos hacer.¿Hay otro destino para el amor más allá del clásico comienzo y fin de las cosas? Lo que empieza tiene que terminar: el amor, el dolor, la muerte y la vida.

Tengo miedo, y esto en absoluto a título personal, de perder la capacidad de amar y dejarme amar por otros. De no poder demostrar mi ternura por miedo a que esté demasiado rota y los fragmentos de la misma lastimen a quienes amo. En la búsqueda de un poema para hoy encontré uno de Fermín. Lo que está acá es apenas un fragmento de un conjunto de poemas que hablan de los hijos de nuestra época, de cómo se ven a sí mismos, las formas en que sobreviven y como aman. Este es un fragmento de «El Soñador»:

«Dios sabe que traté

 de no perder nunca la ternura

Los atardeceres y sus dioses

saben que traté 

de no perder nunca la posibilidad 

de entregarme, por completo,

a los brazos de otro»

-Fermín Schieroni 

Como un recordatorio de fallida presencia, o de inexplicable deseo de ternura, Fermín es capaz de transmitir lo que he intentado decirles en todo el desarrollo anterior. No hay que tenerle miedo al amor, a entregarse a él aunque cueste, como mínimo, la estabilidad. A los arrepentimientos se los llevará la muerte algún día, pero la ternura, sea cualquiera la situación en la que estemos, no va a morir jamás. Quedará en la memoria, en los sueños y en los poemas como los de Fermín, que logran representar cómo sentimos el amor los locos de la época actual.

Ilustración: Agostina Contreras